sábado, 25 de abril de 2020

Oración para el tercer domingo de Pascua


#CORAZONES ENCENDIDOS. REFLEXIONES DESDE MI CASA.

Hay caminos y caminos. Caminos que no llevan a ninguna parte. Caminos estrechos. Espacios  tan abiertos que ni se ven los márgenes. Senderos imperceptibles llenos de luz. Sendas tortuosas y desérticas. Travesías de perdón y consuelo. Pistas pedregosas y otras lisas como la palma de la mano… tantos recorridos, que es preciso agudizar la vista para saber cuál es el propio. Porque no hay dos trayectos iguales. Y cuando uno lo vislumbra, siente que el corazón salta del pecho y serena el alma. Solo el corazón humilde acalla ruidos para encontrarlo, porque es preciso reconocer esa pequeña llama interior que calienta las entrañas y tener valor para seguirla. Somos personas rescatadas a precio de sangre, a susurros de esperanza, a palabras que reconstruyen los pasos que andamos y los llenan de sentido.

Los discípulos de Jesús vamos hablando y discutiendo por el camino, mas solo cuando escuchamos de verdad, se enciende nuestro corazón y nos reúne en el sendero de la vida para sentir Su fuerza. Unas veces proceden de las palabras del Maestro. Otras de algún ángel que se cruza en nuestra aventura de la vida. Sea como fuere, nuestra fe rescata las brasas y, en los momentos más dolorosos, es capaz de inflamar esperanzas.

Nuestra débil mirada no acaba de reconocer de entrada Su Presencia hasta que su mano acaricia nuestras heridas, y parte para ti y para mí el pan de cada día. Se cuela en nuestras casas, entre sábanas de hospital, en las manos que se sienten abandonadas, en las lágrimas impotentes, en la risa contenida, en los pasos cansados hoy entre paredes, entre nuestras travesías tecnológicas, entre los pucheros… para resucitar lo esencial en nuestras vidas. Y no se cansa de intentarlo a cada paso. Porque “el amor ni cansa ni se cansa”. Acompasa nuestros pasos y resucita nuestros rescoldos.
Acallemos ruidos. Acerquemos espacios íntimos. Seamos luciérnagas en la noche. Partámonos para ser más Uno que nunca. Seamos, como los discípulos de Emaús, testigos de que la Esperanza sigue Viva entre nosotros y que es capaz de devolvernos a la vida de cada día con una luz en la mirada. No estamos solos, pues aun siendo como somos, seres pequeños, somos habitados. Seamos senderos de Vida, pues Jesús se ha hecho Camino para nosotros. Y tú y yo, somos caminantes con corazones encendidos.

               (Reflexiones sobre las lecturas del 3er domingo de Pascua. Colegio LSF, Zaragoza)



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