Después de la Resurrección de Jesús, los apóstoles se
dispersaron por el mundo y contaron su historia. Muchos hombres y mujeres,
hambrientos de justicia y de esperanza, entendieron que Jesús era el pan que
habría de saciarles, y se convirtieron.
Porque Tú nos dijiste que eres pan de vida. No elegiste otro
manjar, sino el pan, el más sencillo de los alimentos. Y también el más
universal. Con tu ejemplo, nos animaste a querer ser también nosotros pan
alimenticio y nutritivo, alimento fortalecedor que sirva a los demás para
seguir adelante en este mundo complejo y cambiante.
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