Reflexión
Como el sol se levanta sobre el mar victorioso,
así Cristo se alza encima de la muerte.
Como se abren las flores, aunque nadie las vea,
así revive Cristo dentro de los que le aman.
Y su resurrección es un anuncio de mil resurrecciones:
la del recién nacido que ahora recibe las aguas del bautismo,
la del joven que suda recolectando el trigo,
la de ese matrimonio que comienza estos días la estupenda
aventura de querer y quererse,
y la de esa pareja que se ha querido tanto que ya no necesita
palabras ni promesas.
Sí, resucitarán todos,
incluso los que viven hundidos en el llanto,
los que ya nada esperan porque lo han visto todo,
los que viven envueltos en violencia y odio
y los que de la muerte hicieron un oficio sonriente y normal.
No lloréis a los muertos como los que no creen.
Quienes viven en Cristo arderán como un fuego que no se
extingue nunca. Tomad vuestras guitarras y cantad y alegraos.
Acercaos al pan que en el altar anuncia el banquete infinito,
a este pan que es promesa de una vida más larga,
El que resucitó volverá a recogeros,
nos llevará en sus hombros como un padre querido
como una madre tierna que no deja a los suyos.
Recordad, recordadlo:
no os han dejado solos en un mundo sin rumbo.
Hay un sol en el cielo y hay un sol en las almas.
Aleluya, aleluya.
(José L. Martín Descalzo)
Ya no temo, Señor, la tristeza,
ya no temo, Señor, la soledad;
porque eres, Señor, mi alegría,
tengo siempre tu amistad.
Ya no temo, Señor, a la noche,
ya no temo, Señor, la oscuridad;
porque brilla tu luz en las sombras
ya no hay noche, Tú eres luz.
Ya no temo, Señor, los fracasos,
ya no temo, Señor, la ingratitud;
porque el triunfo, Señor, en la vida
Ya no temo, Señor, los abismos,
ya no temo, Señor, la inmensidad;
porque eres, Señor, el camino
y la vida, la verdad. Amén.
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