Madrid, 5 de mayo. 52
días de confinamiento y proceso de “desescalada”. Se permite salir a ciertas
horas.
Era al filo de las
9:00 de la noche. Entre un espacio rodeado de bloques de pisos, y una
residencia de ancianos aparece, como por arte de magia, un descampado
abandonado. Se nota en él el paso de la primavera: multitud de flores silvestres,
árboles que ha ido creciendo a sus anchas, pájaros con sus desenfadados trinos y
predominio del verde esperanza.
Dentro del descampado
hay tres personas. Una de ellas con un móvil en la mano. Enfrente, tras de una
valla, la residencia de ancianos. Todas las persianas del primer piso cerradas,
salvo una, justo enfrente de las personas del descampado. En ella aparece la
figura de una anciana, también con un móvil en la mano. Ambas personas hablan
con ternura, se puede percibir en la distancia. No sé cuánto tiempo llevarían
hablando, pero llega un momento en el que la persona del descampado, una mujer,
le dice: “Mamá, cuelga”, mientras acompaña sus palabras con un gesto de la mano.
Tiene que repetírselo varias veces. Por fin se lanzan unos besos en la
distancia y se cierra la persiana.
Varios pensamientos
pasaron por mi cabeza: El amor es creativo. Dios es amor y crea. Sólo los
creativos se parecen a Dios. He tenido la suerte de contemplar una escena
divina.
Lorenzo Sánchez. Colegio Montpellier.
Madrid
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