La Trinidad.
Misterio divino que confirma un amor sin tapujos y sin engaños. Es la relación
de amor entre Padre, Hijo y Espíritu Santo la que nos revela que la
misericordia, la lealtad, la paz interior dan forma a un amor sin límites.
Saberse amado conlleva un agradecimiento, una
alegría y una libertad que no siempre somos capaces de asimilar. Las personas
no siempre somos capaces de aceptar la ayuda que precisamos o la mano de Dios
que nos sostiene para levantarnos. Pero Dios sigue empeñado en la libertad
humana, no cede ante nuestra dura cerviz, sino que nos muestra signos de
bondad, de perdón y de cuidado a todos
aquellos que le buscamos.
Dios Padre-Madre
que por esencia misma se ofrece incondicionalmente; el Hijo que apuesta su vida
por un mensaje de amor hasta el extremo; el Espíritu Santo que nos revela a
través de sus dones aquello que más necesitamos para un verdadero seguimiento.
Ellos conforman un hogar donde cabemos todos, para envolvernos de infinita
ternura, mostrándonos el poder de lo pequeño, lo sencillo y lo fiel. Para
recordarnos que no deja de estar con nosotros hasta el confín de los tiempos.
En los tiempos que
corren, un gesto lo puede todo. Una mirada, un abrazo contenido, una comida
preparada con mimo para aquellos que hace tiempo que no vemos o comemos juntos.
Venid. Vengamos todos a esta mesa del Encuentro. Que nadie se quede fuera de este proyecto
inclusivo que nos anima a agradecer infinitamente la Vida y a regalarla en
todas sus vertientes y no a arrebatarla. Todos somos uno. La Trinidad no sabe de tiempos, de razas, de
color de piel, de condiciones humanas. Simplemente es expansiva, derrochadora
de amor.
¡Venid! Que
nuestra mesa sea lugar de unidad, respeto y testimonio vivo de amor. Seamos calor
de hogar. El Amor alimentará nuestras
almas y nos impulsará a nuevos caminos. Fija la mirada en Aquel que ama hasta no poder
ni dar crédito; seamos trinitariamente aventureros.
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