Es evidente el daño que hacemos al medio ambiente de forma cotidiana. Hoy por hoy son incontables las instituciones y las voces que hablan sobre la importancia que tenemos todos para mejorar el entorno ambiental. Incluso la Iglesia se ha manifestado ante el tema y ha gestado movimientos de toma de conciencia para tratar con responsabilidad sobre el usar, consumir, explotar y administrar nuestros recursos naturales, ya que estas prácticas no están fuera, sino que forman parte integral en el ejercicio de la fe cristiana.
El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si
advierte, entre otras cosas, los estragos de la falta de conciencia ecológica y
como ésta, parte de lo negativo del corazón humano que, tarde o temprano, se
manifiesta en un deterioro de nuestro entorno social y de igual forma en la
tierra, en nuestras aguas y en el aire. Este deterioro son síntomas de esa
enfermedad que nace del hombre moderno, atrapado en sus propios intereses
egoístas y hábitos irresponsables de consumo. Una cultura rapaz que no se
detiene a ver el daño que se hace a la naturaleza. No cuidar el ambiente es un
daño que nos hacemos a nosotros mismos, a la sociedad presente y futura; donde
los más afectados siempre son los más desfavorecidos. Sí, el no cuidado al
medio ambiente es un pecado contra la caridad.
San Francisco de Asís aportó a la Iglesia y al mundo
una propuesta teológica y espiritual que abona a cultura del medio ambiente y a
la cultura ecológica contemporánea. Él vivió tiempos en donde no existía la
visión ecológica que hoy nos urge y, aun así, de forma profética, pudo reconocer
la importancia de la naturaleza para el hombre y su trascendencia. San
Francisco no reza “por” la creación, para su cuidado, sino “en” y “con” la
creación. En el ‘Cántico del Hermano Sol’ aclama: “Alabado seas mi Señor, EN
todas tus criaturas…” POR el hermano sol y la luna y POR nuestra hermana la
madre tierra… Es precisamente en esta forma de orar donde, en hermandad con
“todas las cosas”, constatamos su extraordinario respeto hacia la creación por
haber salido de las manos de Dios (cf. 1R 21, 2; 1R 16,7-8).
Para el cristiano, el cuidar de la creación va más
allá de exhortaciones, de romanticismos y de eslóganes verdes; el cuidado al
medio ambiente se sustenta en el fundamento teológico de que el alma debe
responder, coherentemente, cuidando, respetando e incluso defendiendo nuestra
casa común por el hecho de ser un don gratuito, inmerecido y confiado por Dios.
Si aceptamos el llamado propuesto por la Iglesia de cuidar nuestro medio
ambiente, sea pues hoy un buen día para celebrar con un ánimo renovado el Día
Mundial del Medio Ambiente. Que Dios despierte en cada uno de nosotros la
alabanza y la gratitud por todo lo creado.
Publicado por EQUIPO EDITORIAL + ESPÍRITU Y VIDA
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