«Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que Tú quieres». Pasión de Nuestro Señor
Próximos a la Semana Santa, y sin perder la perspectiva de la situación que estamos viviendo, comenzamos el Domingo de Ramos, que nos introduce a su vivencia, en aquella primera manifestación triunfal en que el pueblo sencillo aclamó al Señor. Mientras tanto, sus enemigos tramaban su muerte. El secreto puede estar en confiar y tener fe en el plan de Dios. Sentirnos cercanos al Crucificado con nuestra oración.
Cristo, por amor, asumió personalmente nuestro mal. Se hizo vencedor recorriendo el camino contrario a los deseos de poder y de dominar. Cristo no devolvió mal por mal. Representa el triunfo del amor sufrido. Amó uniendo dos extremos, la máxima ofensa y el máximo amor. Él nos enseñó que solo amamos en verdad al hombre cuando somos capaces de sufrir por él. Jesús nos invita en estos días a vivir la cruz. Abandonar el egoísmo y la mirada fija en nosotros mismos, dirigiéndonos hacia la Pascua, haciéndonos “prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales”.
El silencio interior es el mejor amigo de la reflexión y la palabra de Dios, el mejor consejo.
Dios, que ha creado este mundo, comparte con nosotros esta situación, se conmueve con nuestro sufrimiento, nos comprende y nos da su consuelo. Jesús nos pide dar vida en estos momentos, como Él se la dio a su amigo Lázaro; pide nuestra colaboración proporcionando serenidad, ánimo y esperanza, acompañando a los que pasan momentos oscuros con palabras y gestos… Dios se hace oír a través de nosotros para dar luz y llenar de color nuestra propia vida y la de los demás.
Jesús: ante la muerte de Lázaro escuchaste y acogiste entre lágrimas las quejas de tus amigos, te pedimos por todos aquellos que están enfermos en los hospitales, en casa, solos o cansados por la dureza de estos días.
Te damos gracias por los que arriesgan su vida por devolvernos la salud, por alimentarnos o servirnos; sostén sus fuertes manos y pon alegría en su corazón. Cuida de esta familia grande que formamos el mundo.
Que siempre confiemos en Ti, que eres “la Resurrección y la vida”, porque contigo ¡vamos a cambiar el corazón! Estaba gris, pero Jesús llena nuestra vida de color.
¡TODO VA A SALIR BIEN!