sábado, 9 de mayo de 2020

Celebración de fe en familia


Celebración de fe en familia



Y tengo amor a lo concreto
No basta un «habría que»
para dar forma a los sueños.
Pintar el amor
en muros de piedra
no garantiza vivirlo.
Conformarse
con listas de canciones tristes
es jugar a los náufragos.
La profecía no puede ser tan
solo un eslogan de camiseta.
No hay expertos en todo.
De poco sirve un quizás
cuando nos pides un “sí”;
de nada, un «alguien lo hará»
cuando tú esperas un «yo»
Es la constante tensión
que atraviesa nuestros días.
sobrevolar, o zambullirnos.
Tú pones la encrucijada,
y nos dejas la decisión:
Vender aire
o ser testigos del Reino.

                                                       José María R. Olaizola sj

Del evangelio de Juan 14, 7 - 14
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo
estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el
Padre en mí. Si no, creed a las obras.
En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para
que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré».
Palabra de Dios


COMENTARIO

Sabemos el camino
Sólo habían convivido con él dos años y unos meses, pero junto a él habían aprendido a vivir con confianza. Ahora, al separarse, Jesús lo quiere dejar bien grabado en sus corazones: «No os turbéis. Creed en Dios. Creed también en mí». Es su gran deseo.
Jesús comienza entonces a decirles palabras que nunca han sido pronunciadas así en la tierra por nadie: «Voy a prepararos sitio en la casa de mi Padre». La muerte no va a destruir nuestros lazos de amor. Un día estaremos de nuevo juntos. «Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
Los discípulos le escuchan desconcertados. ¿Cómo no van a tener miedo? Si hasta Jesús que había despertado en ellos tanta confianza les va a ser arrebatado enseguida de manera injusta y cruel. Al final, ¿en quién podemos poner nuestra esperanza última?
Tomás interviene para poner realismo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?». Jesús le contesta sin dudar: «Yo soy el camino que lleva al Padre». El camino que conduce desde ahora a experimentar a Dios como Padre. Los demás no son caminos. Son evasiones que nos alejan de la verdad y de la vida. Esto es lo fundamental: seguir los pasos de Jesús hasta llegar al Padre.
Felipe intuye que Jesús no está hablando de cualquier experiencia religiosa. No basta confesar a un Dios demasiado poderoso para sentir su bondad, demasiado grande y lejano para experimentar su misericordia. Lo que Jesús les quiere infundir es diferente. Por eso dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta».
La respuesta de Jesús es inesperada y grandiosa: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre». La vida de Jesús: su bondad, su libertad para hacer el bien, su perdón, su amor a los últimos… hacen visible y creíble al Padre. Su vida nos revela que en lo más hondo de la realidad hay un misterio último de bondad y de amor. Él lo llama Padre.
Los cristianos vivimos de estas dos palabras de Jesús: «No tengáis miedo porque yo voy a prepararos un sitio en la casa de mi Padre», «Quien me ve a mí, está viendo al Padre». Siempre que nos atrevemos a vivir algo de la bondad, la libertad, la compasión… que Jesús introdujo en el mundo, estamos haciendo más creíble a un Dios Padre, último fundamento de nuestra esperanza.


A. R. Medina.
9 de mayo. Parroquia del Buen Pastor (Zaragoza)

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